2021-09-23 13:52:50
DEB HAALAND SE CONVIERTE EN LA PRIMERA INDÍGENA EN SER SECRETARIA DEL INTERIOR DE LOS ESTADOS UNIDOS
Por Jenni Monet
Shayay Lucero vio la confirmación de Deb Haaland desde su floristería en Laguna Pueblo. Ella conoce a Haaland y a su familia extendida. El negocio de flores que Lucero tiene en su garaje solía pertenecer a la hermana de Haaland.
Estas relaciones son tan comunes como cualquier otra en todo el mundo.
Reserva es una comunidad en expansión a unas 50 millas al oeste de Albuquerque, Nuevo México, que comprende seis pequeños pueblos, una misión colonial y la laguna, ahora reseca, que inspiró el nombre en español del pueblo.
En la floristería, una computadora portátil reproducía la transmisión en vivo desde el Senado a través de C-SPAN.
Haaland llegó al edificio Dirksen de oficinas del Senado con los brazos completamente cargados. A un lado, sostenía una gran carpeta blanca en su cadera. Por el otro, acunaba como si fuese un bebé un cuenco de cerámica Pueblo pintado de forma ornamentada. La representante de Nuevo México vestía un traje pantalón gris carbón, una blusa negra básica y un collar de gruesas piedras turquesas alrededor de su cuello. Pegado a su solapa llevaba un prendedor del Congreso. Era el 23 de febrero de 2021—apenas unas semanas después de haber cumplido su segundo período como congresista.
Haaland le regaló la pieza de cerámica a Don Young, un congresista republicano representante de Alaska. Había accedido a dar un apoyo poco común al comienzo de la audiencia del Senado de Haaland, a pesar de sus desacuerdos sobre la perforación para obtener combustibles fósiles. Al llamar cariñosamente a su colega “Debbie”, el estadista de alto rango explicó a la reunión de legisladores en su mayoría hombres y blancos, cómo él y Haaland se habían convertido rápidamente en amigos. “Es mi trabajo tratar de convencerla de que ella está equivocada, y su trabajo es convencerme a mí de que soy yo el que no estoy en lo correcto”, dijo. “Ella te escuchará”.
John Barrasso, el miembro de mayor rango del Comité Senatorial de Energía y Recursos Naturales, destacó el momento histórico de Haaland. “Si se confirma, sería la primera secretaria Indígena del gabinete”, dijo. “Por eso, su nominación es histórica y merece ser reconocida”.
Hizo un gesto caballeroso hacia la candidata al gabinete, pasando una página de su guión. “Al mismo tiempo”, dijo, suspirando, “me preocupan muchas de las opiniones de la representante Haaland, opiniones que muchos en mi estado natal de Wyoming considerarían radicales”.
A los 60 años, Haaland tiene un rostro que refleja el linaje de las matriarcas Pueblo. En el 2018, se convirtió en una de las dos primeras mujeres Indígenas americanas elegidas al Congreso, junto con la representante demócrata Ho-Chunk, Sharice Davids, de Kansas. Su nominación para secretaria del Interior se debió en gran parte a que los activistas Indígenas tuvieron una idea descabellada, la pusieron a prueba y presionaron al presi dente Joe Biden para que la siguiera.
Haaland saludó a los legisladores en Keres, el idioma de los K’áwáigam’é, o gente del pequeño lago, Laguna.
“Guwadzi hauba”, dijo, presentándose como parte del clan Turquesa. Luego habló de los veranos que pasó en el pueblo de Mesita. “Fue en los campos de maíz con mi abuelo donde aprendí la importancia del agua y la protección de nuestros recursos, donde gané un profundo respeto por la tierra”. Alentó a los republicanos, demócratas e independientes del comité a considerar su amor compartido por la naturaleza y los espacios al aire libre.
Pero los senadores republicanos no querían saber nada de eso. Barrasso se esforzó en darle un tono de interrogatorio.
“Soy un cirujano ortopédico”, le dijo a Haaland. “Y hace solo un par de meses, tuiteaste: ‘Los republicanos no creen en la ciencia’, una declaración bastante amplia”.
“Senador, yo...“ Haaland agitó suavemente su mano, buscando una respuesta. “Sí, si eres médico, supongo que crees en la ciencia”, dijo.
Ciencia. La palabra surgió con frecuencia durante los procesos de verificación, revelando la división cultural sobre si confiar en los análisis de expertos sobre temas actuales como el coronavirus y el cambio climático. Durante dos días, los republicanos respaldados por la industria petrolera se turnaron para expresar sus frustraciones. El senador James Risch de Idaho provocó tensiones cuando presionó repetidamente a Haaland sobre el Oleoducto Keystone XL—no importa que el proyecto de energía esté determinado por un permiso presidencial y no por el Departamento del Interior. El senador Steve Daines, el más expresivo de los críticos de Haaland, manifestó su preocupación por la pérdida de empleos en el sector energético para sus electores de Montana. Barrasso, por su parte, insinuó que la congresista era una vendedora de drogas por proponer el cultivo de cannabis para compensar los ingresos por petróleo y gas. A cada paso, Haaland respondió con un equilibrio inescrutable.
El 15 de marzo, el Senado se reunió para votar si ella se convertiría en la primera persona Indígena en liderar el Departamento del Interior. Fue un día histórico.
Lucero estaba de nuevo trabajando, colocando coloridas caléndulas en un anillo perfecto, una corona que reposaría sobre la tumba de un joven miembro de la tribu. Había pasado un año desde que Laguna Pueblo cerró las fronteras de su reserva en respuesta a la pandemia; el coronavirus había golpeado a la comunidad con especial dureza. El dolor que había visto como la única florista de la reserva pesaba sobre ella.
Lucero es esposa y madre, hija y emprendedora. También es una ex Miss Indian World, un título que conservó en un collage de alfileres decorativos, talones de boletos de eventos memorables y fotografías de sus viajes, colgadas cerca de su comedor. El año en que reinó, en 1997, viajó a Japón, actuó en el Lincoln Center e hizo desfiles en todo el territorio indio, incluido un lanzamiento de mantas Iñupiat en Alaska. A diferencia de otros concursos, Miss Indian World tiene menos que ver con la belleza exterior y más con los profundos lazos culturales. Para el concurso de talentos tradicionales, Lucero hizo una presentación sobre las plantas medicinales de Pueblo.
A medida que avanzaba la votación en el Senado, la madre de Lucero, Cecelia, comenzó entusiasmada un juego. “Murkowski para Haaland”, dijo mientras su hija se concentraba en su corona de condolencias.
Cuando terminó la votación, Lucero dejó las caléndulas y se unió a su madre frente a la computadora portátil. La votación final fue de 51 a 40—fue confirmada—y la mayoría de los republicanos votaron en contra de Haaland. Lucero atesoró el momento haciendo una captura de pantalla. Miró a su madre, esperando verla radiante. En cambio, vio lágrimas.
“Sigo pensando en todos esos líderes Indígenas que salieron un día de sus casas para intentar que el gobierno los escuchara”, le dijo Cecelia a su hija. “Siglos de jefes y líderes tribales”.
La madre de Lucero podría haber estado haciendo referencia a cualquiera de las delegaciones nativas que durante más de dos siglos y durante casi todas las administraciones presidenciales habían visitado la Casa Blanca, y específicamente el Departamento del Interior, para defender su soberanía, sus tierras y su derecho a rezar. Muy a menudo estos viajes eran inútiles. Una rara excepción se produjo en 1922, cuando el All Indian Pueblo Council detuvo un proyecto de ley que habría confiscado unos 60.000 acres de tierras de los pueblos e interrumpido sus ceremonias.
“La gente en el país Indígena, tenemos esta sensación de alivio”, dijo Lucero. “Nos han ignorado durante tanto tiempo”.
CONVERTIRSE EN “MADAME SECRETARY” LA HA CATAPULTADO AL ESTATUS DE ICONO INDÍGENA. ELLA ES UN MEME. ES UN GIF. ELLA ES LA ÚLTIMA OBRA DE UN ARTISTA.
CASI TODO EL MUNDO LLAMA a Debra Anne Haaland “Deb”. Los Indígenas Millennial van incluso más allá—para ellos ella es la “tía Deb”. Convertirse en “Señora Secretaria” la ha catapultado al estatus de un ícono Indígena. Ella es un meme. Ella es un GIF. Ella es la última obra de un artista. En las redes sociales, una de sus líneas más famosas ahora lleva siempre el hashtag: “Sé feroz”.
Su nombramiento como la primera Indígena estadounidense en liderar el Departamento del Interior es más que fascinante, considerando el legado del departamento y el abuso documentado a los pueblos Indígenas. En 1851, dos años después de la creación del departamento, el presidente Millard Fillmore nombró a Oliver M. Wozencraft comisionado Indígena para firmar tratados con las tribus de California. Los buscadores de oro habían estado recorriendo las estribaciones de Sierra Nevada mientras las milicias perpetraban un genocidio Indígena patrocinado por el estado. Había un estado de ánimo maníaco en lo que el primer gobernador de California llamó una “guerra de exterminio”. Wozencraft engañó a las tribus para que firmaran 18 tratados—negociaciones sobre tierras que sabía que el Congreso nunca ratificaría. El secretario del Interior, Alexander H.H. Stuart, ayudó a romper estos pactos, escribiendo una serie de cartas a Fillmore justificando la derogación.
Ciento setenta años después, Haaland citó a Stuart en un discurso al aceptar su nominación. “Este momento es profundo cuando consideramos que un exsecretario del Interior una vez proclamó que su objetivo era, civilizarnos o exterminarnos‘’, dijo. “Soy un testimonio vivo del fracaso de esa horrible ideología”.
Haaland prestó juramento el 18 de marzo vistiendo una falda de cinta a rayas de arcoíris y mocasines altos de piel de becerro, su iniciación para unirse al gabinete más diverso de la historia de los Estados Unidos.
Solo seis de los 15 secretarios elegidos por el presidente son hombres blancos heterosexuales—el número más bajo en cualquier administración.
Los pueblos Indígenas han habitado el continente de América del Norte durante milenios, desde mucho antes que llegaran los exploradores europeos a finales del siglo XV. A pesar de lo que siguió—un despojo calculado de tierras mediante masacres, expulsiones y limpieza étnica—en la actualidad unos 3 millones de personas son ciudadanos de las 574 naciones nativas reconocidas a nivel federal. Con apenas el 1 por ciento de la población de EE.UU., el llamado “Indian Country” es una de las comunidades más ignoradas e incomprendidas de los Estados Unidos. Según un informe del 2015 titulado Teoría e investigación en educación social, 87 por ciento de los estándares de historia estatal no mencionan a los pueblos Indígenas después del año 1900. Eso podría explicar por qué el conocimiento de muchos estadounidenses sobre la historia Indígena es tan limitado o, en el caso del exsenador Rick Santorum, rebosado de ignorancia. “Creamos una nación de la nada”, dijo Santorum en un discurso el 23 de abril ante la Fundación Young America, una organización conservadora. “Quiero decir, sí, tenemos nativos americanos, pero no hay mucha cultura Indígena americana en la cultura estadounidense“.
Para muchos, Haaland es el recordatorio más visible de que los nativos todavía están aquí. Como líder de un Departamento del Interior que cuenta con $12.6 mil millones, es un modelo de formulación de políticas progresistas, responsable de supervisar casi una quinta parte de las tierras públicas de la nación repartidas en 11 agencias, incluida la Oficina de Asuntos Indígenas. La Secretaria Haaland está ahora preparada para darle prioridad, por primera vez en la historia de este país, a los asuntos Indígenas. Incluso antes de llegar al Congreso en 2019, la política de la nación Pueblo se había pronunciado en contra de los combustibles fósiles. En 2016, ella condujo desde Albuquerque hasta Standing Rock, en Dakota del Norte, para apoyar a los protectores del agua quienes protestaban por el oleoducto Dakota Access. Al comienzo de su primer mandato como congresista, Haaland se unió a otras progresistas como Alexandria Ocasio-Cortez, Ayanna Pressley e Ilhan Omar, en una conferencia de prensa para presentar el Green New Deal.
Al final del primer mandato de Haaland, cinco de sus proyectos de ley se habían convertido en leyes, todos menos uno relacionado con el territorio Indígena. La Ley No Invisible se está implementando ahora en el Departamento del Interior. Esta ley y su legislación complementaria, la Ley de Savanna, fueron firmadas por el presidente Donald Trump el año pasado. Ambas piden una mayor vigilancia policial para frenar el dramático ritmo en el que los Indígenas desaparecen o son hallados muertos. Un esfuerzo popular que tardó décadas en hacer frente a los “desaparecidos y asesinados” se galvanizó en 2017 después del horrible asesinato de la madre de Spirit Lake, Savanna Lafontaine-Greywind. Los investigadores en Fargo, Dakota del Norte, cometieron errores, revelando las sutilezas del sesgo policial. En su segunda semana en el Departamento del Interior, Haaland estableció una Unidad de Desaparecidos y Asesinados para ayudar a que se cumplan estas dos leyes.
“Estamos considerando que los sistemas en su conjunto deben ser deslegitimados fundamentalmente, por lo que este es un momento importante”, dijo Sam Torres, director e investigador de la Coalición Nacional de Sanación en Escuelas de Internado de Indígenas Americanos. “En cierto modo, estamos empezando apenas a rascar la superficie para corregir las injusticias que han ocurrido durante cientos de años”.
Torres ha estado examinando los ciclos de violencia provocados por la Ley de Civilización Indígena de 1819, una política federal diseñada para el genocidio cultural de los pueblos Indígenas a través de una red de internados. El más notorio de estos programas de asimilación forzada fue el Carlisle Indian Industrial School en Pensilvania. Su misión declarada era: “Mata al indio y salva al hombre”.
En su blog de campaña de 2018, Haaland escribió que su bisabuelo de Laguna Pueblo había sido enviado en tren para asistir a Carlisle en 1881. En un ensayo escrito para la revista New Mexico en 1995, Haaland dijo que sus abuelos habían sido separados de sus familias de manera similar cuando se conocieron de niños en un internado en Santa Fe. En junio, justo antes de que cientos de líderes tribales asistieran a la conferencia de mitad de año del Congreso Nacional de Indígenas Americanos en línea, Haaland anunció la primera investigación sobre la política de internados de EE.UU., la Iniciativa Federal de Internado para Indígenas. Haaland les confió que su papel como Señora Secretaria era uno de los desafíos más importantes de su vida profesional.
“Vengo de antepasados que soportaron los horrores de las políticas de asimilación de los internados indios llevadas a cabo por el mismo departamento que ahora dirijo, la misma agencia que trató de erradicar nuestra cultura, nuestro idioma, nuestras prácticas espirituales y nuestra gente”, dijo Haaland. “Debemos arrojar luz sobre los traumas subyacentes del pasado, sin importar lo difícil que sea”.
ANTES DE QUE LLEGARA el ferrocarril en la década de 1880, los hombres de la aldea de Old Laguna viajaban cinco millas o más hasta una meseta prominente donde los campos de maíz y los árboles frutales florecían en el verano. Los agricultores vivían en campamentos improvisados hasta que terminaron de establecerse allí de forma permanente. Hoy, el pueblo de Mesita es un mosaico de aproximadamente 40 casas, una iglesia católica, una plaza y un salón de reuniones. Ocasionalmente pasa un tren a lo largo de un acantilado de arenisca ubicado al norte. Hacia el sur, un flujo constante de vehículos de 18 ruedas, vehículos recreativos y automóviles pasa por la Interestatal 40.
Helen Steele, la abuela de Haaland, se crió en Mesita. A los 18 años, se casó con Tony Toya, un joven del cercano pueblo de Jemez. La estaba cortejando el día en que los reclutadores ferroviarios le ofrecieron un trabajo a unas 200 millas al oeste en Winslow, Arizona. La joven pareja se mudó allí y se instaló detrás de una rotonda, donde se había formado una colonia de trabajadores de Laguna. Vivían en vagones abandonados convertidos en casas. Hablaban keres y horneaban pan en hornos hechos a mano o en hornos de barro, tal como lo hacían en casa. Los Toyas, que estaban decididos a mantener una conexión con Mesita, aprovecharon los viajes gratis en tren y regresaban a la reserva con frecuencia, especialmente para atender las cosechas de verano. Haaland nació en Winslow y estas experiencias de sus abuelos se convirtieron en una parte definitoria de su educación.
En 1974, Haaland era estudiante de primer año en la secundaria Highland de Albuquerque. Antes de eso, había ido rebotando entre más de una docena de escuelas, la hija protegida de dos padres militares. John David “Dutch” Haaland, un oficial de la marina, que había salvado seis vidas durante su servicio de dos años en Vietnam, y por el que fue galardonado con una Estrella de Plata. Mary Toya, la madre de Haaland, sirvió en la Marina de los EE.UU. Y mantuvo una casa con pisos tan limpios que resbalarías en ellos. Mientras la guerra se desarrollaba en la televisión, dijo Haaland, algunos días las noticias hacían llorar a su padre. Después de graduarse de la escuela secundaria en 1978, Haaland hizo las maletas y se mudó con una amiga a Los Ángeles. Sus ambiciones eran sencillas: “Solo conocer algunas estrellas de cine”, me dijo Haaland. Más allá de eso, no tenía ningún plan. La falta de dinero la llevó de vuelta a la popular panadería de Albuquerque, donde había estado trabajando desde los 14 años.
Para Haaland, la comprensión de su indigenidad comenzó en la edad adulta cuando ingresó a la Universidad de Nuevo México (UNM). Tenía 28 años y sus guías eran autores y poetas nativos que irrumpían en el panorama nacional. La hoy laureada poeta estadounidense, Joy Harjo, quien es Muscogee, estaba entre su lista de instructores. Haaland leyó libros con tramas sobre personajes que regresaban a la reserva con “los pies en dos mundos”. En aquel entonces, los programas de estudios Indígenas difícilmente se ajustaban a la rúbrica de la edu cación superior, pero la literatura y la poesía Indígena cimentaron esa base. Y habló con Haaland, que había estado bailando en ceremonias, fiestas y Navidades desde que era una niña. “A veces, soy la única de mi familia que baila”, dijo. “Nadie más bailaría”.
El día de su graduación en la primavera de 1994, Haaland, que estaba embarazada, lució la toga y el birrete rojos de UNM. Cuatro días después, a los 33, dio a luz a un niño al que llamó Somàh. Ser madre soltera alteraría la trayectoria de sus vidas. “Fue una decisión que tomé, ser madre soltera”, dijo Haaland en un video de campaña en 2018.
Cuando Somàh cumplió dos años, Haaland fundó su propia empresa, Pueblo Salsa, como una forma de pasar más tiempo con su hijo. Trabajó en una cocina comercial y obtuvo algunos de los chiles rojos más buscados en el norte de Nuevo México. Vendía frascos de chiles a los supermercados locales y otras pequeñas empresas a través de todo el estado. Ella seguía luchando. Cuando no estaba haciendo salsa, estaba entregándola a sus clientes. Mientras tanto, cambió las tareas preescolares por la matrícula gratuita de Somàh mientras ocasionalmente presentaba ensayos a una revista como escritora independiente.
En el 2002, Haaland se sintió atraída por la organización política. Ese año, el senador de Dakota del Sur, Tim Johnson, logró una estrecha victoria en la reelección, con 528 votos, en gran parte atribuidos a los votantes Lakota. “Cuando vi lo que había hecho el voto Indígena en Dakota del Sur, dije, apuesto a que podemos hacerlo aquí también”, recordó Haaland.
Solicitó su admisión a la facultad de derecho, vendió su empresa y regresó a la UNM en 2003. Pero estas ambiciones provocaron un descalabro en sus finanzas. Vivir fuera de Nuevo México por un corto período le había impedido ser elegible para la matrícula estatal. Haaland describe esos años como flacos—apenas una dieta de frijoles pintos y tortillas. Sin embargo, cuando solicitó cupones de alimentos de emergencia por primera vez, le fueron negados. Tenía “demasiados activos”, le dijeron. Se alejó sintiéndose demasiado pobre para alimentar a su pequeña familia, pero no lo suficientemente pobre a los ojos del gobierno. Tuvo que casi quedar en la indigencia—esencialmente, viviendo en el sofá de amigos—para que fuese elegible.
Años más tarde, los esfuerzos de Haaland comenzaron a dar sus frutos: la campaña del presidente Barack Obama la contrató para asegurar el voto Indígena. Se convirtió en la presidenta del grupo de Indígenas americanos del Partido Demócrata del estado. Se postuló para vicegobernadora de Nuevo México en 2014, perdió y luego regresó al Partido Demócrata del estado como su primera presidenta Indígena.
Cuando Haaland estaba buscando ubicaciones para lanzar su campaña “For Congress, For Us” en 2017, un exprofesor de la Facultad de Derecho de la UNM, John Feldman, le ofreció su restaurante. Dos años más tarde, fue anfitrión del lanzamiento de su campaña de reelección. “Ella es una creadora de equipos”, dijo Feldman. “Y no todo el mundo tiene eso. Eso es lo que he visto todo el tiempo“.
SHAYAI LUCERO RECUERDA el día de 2004 cuando Haaland, buscando colaboradores, llamó a su puerta. Haaland había estudiado los datos y notó que Lucero rara vez se perdía una elección. Haaland le preguntó si le importaría ayudarle a llevar a Laguna a las urnas. “Esa era la base de su esfuerzo, que la gente se diera cuenta de la importancia de nuestro voto”, dijo Lucero. “Y la historia de Miguel Trujillo”.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los veteranos Indígenas como Trujillo regresaron como héroes, pero llegaron a un país que los privó de sus derechos. En todo Nuevo México, los Indígenas estadounidenses no obtuvieron el derecho al voto hasta 1948, a través de una demanda que Trujillo presentó y ganó. Pero a los nativos de Nuevo México les tomó tiempo confiar en el proceso electoral, incluso en la década del 2000, cuando Haaland sondeó los pueblos de la zona. El legado de Trujillo fue suprimido en su mayor parte en oscuros libros de historia hasta que Haaland siguió mencionando su nombre. Ella reservó salones de recreación Pueblo, trajo ollas de chile verde y una pila de tortillas, y registró votantes Indígenas.
La noche en que Haaland se convirtió en una de las dos primeras mujeres Indígenas elegidas al Congreso, reconoció—¿a quién si no?—a Miguel Trujillo. “Hace setenta años, los Indígenas estadounidenses, aquí en Nuevo México, no podían votar”, dijo a sus seguidores. “Hoy nos reunimos todos y dijimos que todavía creemos en el sueño americano, en la democracia estadounidense y en la esperanza”.
La habitación estalló en aplausos.
En los 19 gobiernos Pueblo en Nuevo México, los roles más altos de liderazgo están principalmente reservados para los hombres. Para Lucero, ese hecho tiene profundas raíces personales. “Cuando era joven, siempre le decía a mi papá: ‘Oh, me encantaría ser gobernadora’”. “Y él siempre solía reventar mi burbuja: ‘Nunca vas a ser gobernadora’”. Muchas mujeres Pueblo ven a la secretaria del interior Haaland como el punto de referencia.
“Necesitamos darle nuestro apoyo”, dijo la mamá de Lucero. “Ella va a ser la protectora de nuestra madre tierra. Necesitamos apoyar a la mujer que la va a proteger”.
LA COMITIVA DE HAALAND subió en zigzag por el Moki Dugway durante una mañana tan clara y dorada que era fácil entender por qué a los turistas les encanta Bears Ears. La tierra rojiza y los acantilados de arenisca eran solo el comienzo de un paisaje aparentemente ininterrumpido.
Menos de un mes después de haber sido confirmada como Secretaria del Interior, Haaland ascendía por una carretera en forma de serpiente hasta Muley Point que fue excavada en Cedar Mesa hace 70 años para llegar a la mina de uranio Happy Jack.
Pasó algunas barandillas que no ocultan el hecho de que algún vehículo se ha salido por el borde. Finalmente, las siluetas de los dos cerros, Bears Ears, estuvieron a la vista. Hubo silencio en la mesa durante una oración. Como la máxima administradora de las tierras públicas de la nación, la secretaria Haaland había llegado a Utah para poner al tanto al presidente Biden sobre una controversia: la construcción y destrucción de un monumento nacional. Durante más de un siglo, este rincón sureste del estado ha destacado por el racismo que provocó la disputa sobre las protecciones para el área. La mayoría blanca, mayoritariamente republicana en Utah, favorece restricciones federales más flexibles sobre la región, mientras que muchos otros—Indígenas, científicos y ambientalistas—dicen que merece abarcar mucho más.
El saqueo por parte de los lugareños ha sido un catalizador clave para tal contención. El robo de objetos sagrados Indígenas durante décadas se agravó tanto, que llevó a serias medidas sin precedentes por parte de la Oficina de Gestión de Tierras. Una sofisticada operación en 2009 expuso las casas de los saqueadores llenas de artefactos, incluida una tabla de cuna desenterrada con un cordón umbilical.
“Los llaman cazadores de trofeos antiguos, pero en realidad fue un robo de tumbas”, dijo la exsecretaria del Interior Sally Jewell a The Washington Post en 2019. Jewell era la jefe del Departamento del Interior cuando el presidente Obama creó en el 2016 el monumento nacional Bears Ears de 1.35 millones de acres. Para los conservadores de Utah, la designación fue una “extralimitación” federal. Y se lo dejaron saber al presidente Trump después de que sucediera a Obama en la Casa Blanca.
En los tres años desde que Trump redujo el monumento nacional Bears Ears, las amenazas a este preciado ecosistema han aumentado, según las partes interesadas que exigen que se restaure el monumento. Los peligros, además del saqueo prolongado, van desde el vandalismo y las visitas excesivas hasta el uso de vehículos todoterreno no supervisados. Asuntos políticamente más severos están relacionados con la extracción de uranio y la perforación de petróleo y gas, todo en un sitio considerado un santuario para los nativos americanos.
“Es muy parecido al templo mormón en Salt Lake City”, dijo Clark Tenakhongva en una conferencia de prensa durante la visita de Haaland. El vicepresidente de la tribu Hopi también es copresidente de la Bears Ears Inter-Tribal Coalition. “Si profanas y destruyes nuestros santuarios, nuestros templos aquí abajo, básicamente estás destruyendo nuestra cultura, nuestra religión, nuestro modo de vida”.
La tierra aquí es sagrada para muchos de los nativos americanos de la región, incluida una diáspora Pueblo que vivió entre estas mesetas calcinadas por el sol hace unos 1.200 años, antes de que una mega sequía forzara su migración a las orillas del Río Grande. Es por esto que Haaland se describe a sí misma como perteneciente a la “35ª generación de Nuevo México”.
Y es por eso que su primer acto como representante fue redactar una legislación para restaurar las protecciones al monumento Bears Ears deshechas por Trump. Ese proyecto de ley fracasó, por lo que quedó inconcluso en su primera gira oficial como secretaria del Interior.
Por la tarde, Haaland caminó por Butler Wash con Tenakhongva y otros líderes tribales, junto con los republicanos de Utah y el gobernador del estado, Spencer Cox. Llamó la atención la ausencia de Mike Lee, el senador que acosó a Haaland sobre Bears Ears en los dos días de su audiencia de confirmación. Lee había invitado a Haaland a Utah, pero ahora que ella estaba allí, él no.
Si tal trato molestó a Haaland, ella parecía haberlo ignorado. Durante un momento, posó en el centro de una selfie tomada por el gobernador Cox; su largo brazo derecho lo suficientemente estirado como para enmarcar también al senador Mitt Romney, quien se inclinó hacia un lado. Sonreían detrás de sus máscaras. Romney y otros republicanos quieren que Haaland le diga a Biden que se retracte, para permitir que el Congreso decida el futuro del monumento.
“Creo que esta es una oportunidad para encontrar puntos en común”, dijo Romney. Y promovió un enfoque de “trabajar juntos”, aunque el legislador, junto con Lee, había estado entre los 40 senadores que habían votado en contra de la confirmación de Haaland.
En un informe enviado a la Casa Blanca a principios de junio, la secretaria del Interior aconsejó a Biden que restableciera los límites originales en Bears Ears, así como en el monumento nacional Grand Staircase-Escalante. Utah ahora está a punto de demandar.
“Hermana”, le dijo Tenakhongva, un exDJ de radio, a Haaland desde el podio durante la conferencia de prensa. Luego él se refirió a las quejas de sus oponentes sobre la “extralimitación” del gobierno: “Cuando ustedes se conviertan en una persona de piel morena y un Indígena americano”, dijo, su tono lleno de frustración. "Ahí es cuando podrán hablar sobre la extralimitación del gobierno estadounidense”.
Tenakhongva estaba cabizbajo cuando Trump redujo Bears Ears. En diciembre de 2017, en su primer día en el cargo como vicepresidente Hopi, demandó al presidente. La demanda está suspendida a la espera de la revisión de Biden. Tenakhongva le explicó a Haaland lo que significaba que Obama designara un monumento que, por primera vez en la historia, honra el conocimiento tradicional arraigado en la tierra: las plantas, el agua y los espíritus de sus parientes. “Nos tomó años de arduo trabajo llegar a ese punto”, dijo. “Nunca ha sido justo”.
Si bien el cabildeo de al menos una empresa de uranio reforzó la decisión de Trump de encoger el monumento, la sensación en toda la industria es que extraer el mineral es demasiado caro. Mientras tanto, el Servicio Geológico de Utah informó en marzo que los 255 pozos de petróleo y gas situados dentro de Bears Ears han sido abandonados desde 1992.
Aún así, una reciente reserva de uranio incluida en el Plan de Rescate Estadounidense de 1.9 billones de dólares genera especulaciones. El año pasado, la misma compañía de uranio que presionó a Trump, Energy Fuels, coordinó las contribuciones de campaña para los miembros del Congreso que apoyaron la creación de una reserva federal de uranio de $75 millones para su fábrica convencional ubicada cerca de Bears Ears, la única que opera en los Estados Unidos. En su nota de prensa, Energy Fuels aplaudió la reserva. Y agradeció a un solo senador por su nombre: John Barrasso.
En su caminata a Butler Wash, Haaland se encontró al borde de un raro manantial perenne, un salvavidas para la árida meseta. Esto la deslumbró. Tenakhongva y otros miembros de la Coalición Intertribal Bears Ears quemaron medicinas de la tierra y se las ofrecieron al agua. Por segunda vez ese día, en la casa de sus antepasados, Haaland reconoció la tierra con gratitud y oró. “La tierra tiene tanto poder”, dijo mientras la luz del desierto comenzaba a desvanecerse.
Con las manos metidas en los bolsillos, un paquete de medicinas colgando alrededor de su cuello, la Señora Secretaria estaba en el Valle de los Dioses mientras la puesta de sol daba sombra a la tierra.
JENNI MONET (Laguna Pueblo) es una periodista galardonada que cubre asuntos Indígenas y es la fundadora del boletín Indígena.
Este artículo fue financiado por la Fundación Sierra Club.
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